“Los lugares más oscuros del infierno están reservados para aquellos que mantienen su neutralidad en épocas de crisis moral.” (Dan Brown)
La ausencia de moral unida a la indignidad de un traidor son temas que nos afectan directamente dado el perfil de la generalidad de la casta política empeñada en «mal-gobernarnos». Son aspectos sangrantes porque tocan fibras sensibles de la sociedad en general y, por ende, de la vida en particular.
Cuando sufrimos la falta de moral por parte de aquellos quienes «deben» dar ejemplo, comenzamos a asistir asombrados e impotentes a la decadencia de los principios que deberían regir nuestras vidas porque la moral actúa como un sistema de valores que nos ayuda a discernir entre lo que está bien y lo que está mal, entre lo correcto e incorrecto…. entre lo que queremos y por contra, rechazamos. La ausencia o degeneración de esta, deja al albur de los caprichos o intereses de individuos que pueden caer presa de la tentación de traicionar sus principios comprometiendo tanto su integridad como su responsabilidad en el desempeño de sus funciones y promesas a cambio de no sabemos que…
La traición, por otro lado, es un acto que socava la confianza y la lealtad en cualquier relación, ya sea personal o política. Implica romper un pacto, una promesa o una alianza, revelando entre otras actitudes, una falta de compromiso y respeto hacia los demás. La figura del traidor se convierte en un símbolo de deshonestidad que origina -o debería originar- un repudio absoluto tanto desde el plano individual como en el de la colectividad.
También en el ámbito político, la presencia de traidores puede tener consecuencias devastadoras. La confianza en los líderes y en las instituciones se resquebraja, dando paso a la desilusión y la desafección ciudadana. Los traidores, al poner en riesgo los fundamentos de la democracia y la libertad, representan una amenaza para la estabilidad y la justicia en una sociedad, siendo por ello obligado ser críticos y exigentes ante la falta de moral y la traición de algunos irresponsables, no solo para preservar nuestros valores fundamentales, sino también para enviar un mensaje claro de tolerancia cero hacia la indignidad de quienes eligen el camino de la deshonestidad y el abuso. Estas, la ausencia de moral y la indignidad de un traidor, son cuestiones que demandan una reflexión profunda. Enfrentar estos desafíos implica no solo ser críticos y exigentes, sino también promover activamente los valores que sostienen una sociedad justa y libre. La lucha contra la falta de moral y la traición es una responsabilidad compartida que requiere la participación activa de cada individuo desde sus particulares ámbitos y circunstancias asumiendo un compromiso con la defensa de la democracia y la libertad.
Juan A. Pellicer
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