El discreto arte de ser discreto©

por | Abr 9, 2025 | 2 Comentarios

«Nada hay tan contrario a la sensatez

como seguir la opinión común solo por ser común.» (Anónimo)

 

La sensatez no cotiza. No genera likes, ni seguidores, ni cargos. En tiempos de ruido, pensar es sospechoso, y callar, imperdonable.

Ser sensato, hoy, es como intentar apagar un incendio con un susurro. Se vuelve un acto casi clandestino, cuando no directamente subversivo.

Lo más perverso es que hemos aprendido a mirar con desdén al sensato. El que duda, molesta. El que no se lanza al barro de la opinión instantánea, es un traidor al entusiasmo. El que se toma un segundo para pensar, es un cómplice del enemigo. Así vamos, desarmando el juicio, trivializando la palabra, celebrando la ocurrencia como si fuese argumento.

Pero no nos engañemos, esto no es casual. A los que manejan este perverso “tablero de juego” les conviene un ciudadano reactivo, irascible, domesticado por su propia ira. La sensatez no es rentable. Desarma relatos, incomoda al poder, exige matices.
Y hoy, la verdad, los matices sobran. Aquí se viene a gritar, a señalar, a repetir lo que toca. Cuanto más simple, más eficaz. Cuanto más visceral, más viral.

Se ha confundido la convicción con el grito, la inteligencia con la rapidez, la verdad con la consigna. A fuerza de repetir, algunos han llegado a creerse lúcidos. Y mientras tanto, el sensato observa, no desde la altivez, sino desde la conciencia. Esa conciencia que no necesita aplausos, ni consignas, ni permiso.

Y sin embargo, la sensatez resiste. No como virtud decorativa, sino como trinchera moral. No se exhibe ni pide aplausos. Se mantiene en pie, aunque nadie la invoque, porque sin ella todo lo demás se vuelve farsa o barbarie. La sensatez es incómoda porque no sirve a ningún bando, es libre, y esa libertad incomoda a los que viven de imponer.

En estos tiempos de sobreexposición, donde todo se mide por impacto y ruido, la sensatez —cuando es auténtica— suele venir vestida de discreción. No necesita brillar, ni convencer, ni arrastrar multitudes. La sensatez discreta no es timidez, es elegancia del juicio. No se proclama, sencilla y naturalmente, se practica.

Me rebelo contra esta tendencia suicida de glorificar el ruido y despreciar la razón. Me rebelo contra esta pedagogía del grito, esta estética del eslogan, esta dictadura de lo inmediato.
Me rebelo, sí. Desde la palabra. Porque todavía creo que escribir no es rendirse. Y pensar, mucho menos.

Lo escribí —con otras palabras— en Cartas de Molay, uno de mis últimos libros, que para sorpresa de algunos —y alegría mía— está siendo muy bien acogido por los lectores. Allí defendí, sin aspavientos, la idea de que el silencio también sabe a destino, y de que pensar no es un gesto solitario, sino un eco compartido. Invité al lector a ese ejercicio de introspección que hoy resulta más urgente que nunca. Y sigo creyendo que sin ese diálogo interior, la sensatez seguirá siendo un huésped exiliado en nuestra conciencia.

Tal vez por eso, en medio del estruendo, hay que escribir, hay que decir. No para convencer al mundo, sino para no traicionarse a uno mismo.
Porque en estos tiempos de gesticulación histérica, no hay mayor rebeldía que practicar el discreto arte de ser discreto.

Juan A. Pellicer

Sursum Corda (Arriba los corazones)

2 Comentarios

  1. Javier de la Rosa

    Discreción es tu palabra de acertado luchador que a todos implica en esta batalla ardida y gestual ; nervio que hermana y simplifica en valentía. Honesto cuerpo de la poesía del mar en sentimientos que como el agua resbala y con salitres dardos dá bofetadas a la cara de la vida…Valentía ,danza equilibrada sobre el tenue hilo funámbulo del ser…

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    • Pellicer

      Muchas gracias mi estimado Javier por tus letras que dibujan la belleza de un mensaje, la honestidad que vive en los momentos que compartimos. Un abrazo fuerte desde el Mar Menor de España.

      Responder

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