Obligados a ser
en este caos
de normal fingido,
en esta podredumbre
de ínfulas de odio
nacidas de la inagotable
desvergüenza del miserable.
Vestidos sin arrugas,
sin mácula …
sin voz
ni sentimiento,
así nos quieren,
alineados, puestos,
uno tras otro,
piezas de viejos jarrones
prestas a ser destrozadas
por el alocado juego
de cualquier maleducado niño.
Callados y mirando al suelo,
silentes y complacidos
de recibir el perdón
de poder seguir vivos:
Así nos quieren,
plegados …
temerosos ante un traidor
asido a su locura
alabado por sus miserables.
La renuncia ungida de acatamiento
es lo que se espera
ante la risa estruendosa y desbordada
del tirano perdido en su maldad;
una derrota, otra más,
que deja herida la paz del alma,
sin aliento la voz que quiso clamar,
sin más compañía que el recuerdo
de lo que fuimos
antes de ser lo que no quisimos.
©Jpellicer
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