Cuando estorba la libertad©

por | Ene 29, 2025 | 0 Comentarios

«El mayor peligro para la libertad no es el despotismo abierto,

sino la erosión lenta y subrepticia de las libertades» (Friedrich Hayek)

 

     ¿Por qué nos quieren llevar a una dictadura? El solo hecho de plantearnos esta pregunta hiela la sangre. Todos sabemos, o deberíamos saber, lo que significa vivir bajo el yugo de una dictadura: la pérdida de la libertad, la aniquilación de los derechos y la sumisión de la dignidad humana. Formular esta cuestión implica reconocer que el peligro está ahí porque los signos comienzan a ser evidentes, y siendo esto así, lo que está en juego es la esencia misma de nuestra existencia como sociedad libre. Por tanto, la pregunta es inevitable: ¿Por qué?

     No es fácil comprender la mentalidad de quienes, sin disimulo y con absoluta determinación, conducen a una nación hacia el abismo autoritario. Su codicia, su desprecio por la voluntad popular y su ansia desmedida de control los convierten en auténticos degenerados de la opresión. Su objetivo no es gobernar, sino poseer; no es representar, sino someter. Cada ley arbitraria, cada ataque a la justicia, cada silenciamiento de la disidencia es un ladrillo más en el muro de su tiranía desde la crueldad más absoluta, y de muros se supone que algo hemos de haber aprendido.

     En el ámbito político, la dictadura permite el control total del poder sin los incómodos contrapesos de la democracia. El pluralismo molesta, la crítica incomoda y la alternancia en el poder es vista como una amenaza. El afán de perpetuarse lleva a los gobernantes a socavar las instituciones, a dividir a la sociedad y a polarizar el discurso hasta convertir la discrepancia en traición. Nos quieren esclavos de sus designios, marionetas sin voz, peleles cantarines de una sola canción: la suya. Esto es lo que anhelan y en lo que ponen todo su empeño y es por ello que lo debemos tener presente cada día, porque cuando los tiranos toman el poder, no solo roban el futuro de un pueblo, sino su derecho a elegirlo y por supuesto, defenderlo.

     Desde la perspectiva económica, la dictadura resulta atractiva para ciertos grupos de poder que buscan consolidar monopolios y prebendas sin regulación ni transparencia. La corrupción se convierte en el motor del sistema y la ciudadanía, despojada de su voz, queda reducida a un mero instrumento para sostener la maquinaria del saqueo. Cuando el Estado se erige como el único proveedor y controlador de la economía, el ciudadano se convierte en un siervo sin derechos, atado a su miseria. Porque a partir de ese momento se convierte en un ser dependiente -hasta para comer y subsistir-.

     En el plano social, el miedo y la desinformación son herramientas eficaces para someter a la población. El discurso del miedo se instaura: miedo al caos, miedo al enemigo inventado, miedo a la incertidumbre, aparición incluso de la autocensura. La educación se convierte en adoctrinamiento, la historia es reescrita, y la verdad es deformada hasta ser un eco distante. Se debilitan los lazos de confianza y se instaura la división y el enfrentamiento, porque una sociedad fracturada es más fácil de controlar y manipular.

     Entonces, la pregunta persiste: ¿Por qué y para qué nos quieren llevar a una dictadura? ¿Es que nos prefieren sumisos y temerosos? ¿Acaso la libertad estorba a sus ambiciones desmedidas? ¿Resulta el pueblo, con su conciencia despierta, un obstáculo para sus oscuros y perversos intereses? Nos ven como un obstáculo, no como ciudadanos; como peones, no como personas libres.

     La historia nos enseña que toda dictadura nace del silencio y de la inacción. La respuesta está, como no puede ser de otra manera, en la resistencia, en la defensa de la libertad y en la firmeza de quienes se niegan a ser arrastrados por la corriente de la resignación e indiferencia porque la democracia no es un regalo, es una conquista que hay que proteger con valentía, con convicción, con sacrificio y por supuesto con esperanza. Creo que el tiempo de actuar en defensa de la nuestra es ahora, porque mañana, quizá, puede que sea demasiado tarde.

     Juan A. Pellicer

Sursum Corda (Arriba los corazones)

 

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