El paso de los días me va adentrando en nuevas y muy gratificantes sensaciones; distintas percepciones sobre cómo me voy dejando llevar. Guiándome entre otras formas de ver y entender todo cuanto me rodea disfrutando de la vivificante presencia de la paz y la reparadora tranquilidad de una mañana soleada sin más ruido que el canto cercano del mirlo que siempre merodea como saludándome.
En mis amigos, pocos pero mi gran tesoro, encuentro respuestas y veo las caras de la complicidad, de lo sencillo y directo, de lo fraterno y entrañable, de lo sincero y honesto, de lo amable y respetuoso … en ellos encuentro la nobleza y el respeto, ellos saben de ternuras y lealtades. Con ellos o junto a ellos soy un poco más yo, creando y compartiendo tertulias donde los clásicos y sus enseñanzas son recurrentes corrigiendo al último político venido a menos; donde los liberales acaso sean mayoría sin saberlo; donde los bloques ya no se hablan y donde se enfrentan las religiones. Y hablamos de economía, de salud y educación y de lo completa que quedó la anterior edición de la revista Letras de Parnaso … todo cabe y es bienvenido en las tertulias de mi porche. Allá donde un buen vino de Ribera acapara los sabores y siempre, siempre, se alza la copa brindando por España, porque ella sí me sigue importando.
Entrañables momentos para guardarlos enmarcados en ese baúl que va conmigo siempre y que forma parte de lo que soy y de lo que quiero ser, ignorando que puedo ser distinto quizá porque mi fe se guarda para sí esa eterna respuesta.
Veo cada mañana la presencia del amor en una mirada, en una cómplice sonrisa dispuesta a ganar juntos el nuevo día. Me siento acompañado y en esa compañía deseo llegar a la noche con la misma conciencia tranquila sintiendo el roce de ese cariño callado que va lentamente cumpliendo y disfrutando los años en la maravillosa aventura de ir compartiendo los momentos que hoy son de dicha y que ayer alguno hubo de lágrimas.
El éxito, el reconocimiento, el aplauso, las comidas y encuentros multitudinarios, las salidas y los viajes, las etiquetas y protocolos… ya no me atraen, dejaron de interesarme. El mar, en su cálida y acogedora presencia, ha sabido dar sentido a mi voluntaria, rica y gratificante soledad. En él y durante las largas caminatas matutinas donde la noche va dejando paso al día, encuentro el sosiego y quizá también otro motivo, uno más, por el que seguir disfrutando de mis versos y por el que seguir creyendo en la belleza de la luz de cada amanecer que al final parece vestirse sólo para mí porque me permite seguir siendo su fiel y emocionado testigo.
Si quieres la paz, escucha, observa y calla. En este hoy de mi vida me siento cómodo, tranquilo, envuelto en la serenidad de quién nada teme porque nada debe. La serenidad que me permite abrir los ojos, más nunca, y ver más limpio el folio y lienzo de mi vida para seguir escribiendo mis rebeldes versos; seguir construyendo realidades imposibles con mis letras; escribiendo libros que se venden poco quizá porque nunca interesaron nada y llevando mis colores, mis líneas y sus formas en arrebatos de divina locura, a espacios impensables de la insondable conciencia.
La noche de nuevo me acoge y acudo a ella rindiendo la voluntaria explicación resumida en una frase, “de nuevo llegué hoy con la dignidad de siempre”, que me hace sentirme orgulloso de mí y de los que así me enseñaron.
Mañana despertaré y veré la cara sonriente de mi compañera pintando de ternura el regalo del nuevo día, y saldré a mi porche y veré el mirlo que me estará esperando, y miraré el mar y soñaré. Y escribiré un poema … o quizá será un cuadro el que me atrape insinuándose dejándose pintar con el color de la ilusión que me desborda.
Esta es la fortuna con que la vida ha querido sorprenderme. Me dejo llevar y así, casi en silencio, vestido de cualquier manera y dejando que el pelo, que ya va siendo blanco, busque en el viento sus alocadas formas, voy asumiendo mi caminar sin vuelta atrás. Ganando libertad, perdiendo miedos; redescubriendo el valor de una sonrisa; sintiendo el poder del afecto y el cariño que atesora un simple abrazo en un “hola” y más en el “hasta luego”.
La dicha de ser, quizá encuentre su lógica en el voluntario desprendimiento
de aquello con lo que quisieron atenazarnos y nosotros, confiados, nos dejamos convencer.
Juan A. Pellicer
16 octubre 2023
La dicha de ser©
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De que forma tan sencilla ha explicado el autor la grandeza de sus actuales días. Doy fe de que así los vive, puesto que tengo el orgullo y el honor de pertenecer a esos pocos que comparte, siempre que las circunstancias me lo permiten, sus tertulias en la rebeldía de su porche.
Siempre juntos, a pesar de la distancia.
Muchas gracias por contribuir con tu presencia siempre. Un abrazo.