«Está más que bien decir que “no” a las personas y lugares que perjudican tu paz». (Nikki Rowe)
En la era de la estridencia, donde la confusión reina, la desvergüenza campa a sus anchas y la corrupción rodea y salpica presuntamente a altas esferas de poder, el sosiego reflexivo, el análisis pausado y objetivo y la actitud esculpida desde la dignidad, se ha convertido en un acto revolucionario. En un mundo donde la norma es la histeria y el descaro, la moda, la mediocridad y ordinariez, encontrar paz en la quietud se ha vuelto un arte en vías de extinción, reservado para aquellos que aún saben respirar profundo y mirar más allá del ruido, mejor aún, saben estar por encima de él. «Nadie puede herirme sin mi permiso»
Será bueno entender que el sosiego no es la ausencia de lucha, sino la resistencia silenciosa al caos. Es el espacio íntimo donde uno se encuentra consigo mismo lejos del bullicio y la mediocridad. Es la paz de los que no se dejan arrastrar por la marea de las modas ni por la vorágine de lo inmediato y efímero. En medio de tanta confusión, serena es el alma que no se vende, que no se escandaliza ante la fealdad o crudeza del momento porque sabe que todo, incluso la más grotesca desvergüenza, es pasajero.
La desvergüenza y la miseria moral se exhibe sin pudor, como un trofeo de nuestros tiempos. Los farsantes se pavonean, los descarados hacen del cinismo una virtud, los corruptos se ven instalados en el poder sobre todo y sobre todos, y la autenticidad se ve sepultada bajo capas de superficialidad y simpleza. Pero en este teatro del absurdo, de lo inadmisible, el sosiego se alza como una protesta silenciosa, una declaración de independencia personal. Porque el verdadero poder no está en el ruido, sino en la capacidad de mantener la calma cuando todo se desmorona.
Nos hablan de la paz como si fuera una utopía inalcanzable, cuando en realidad está al alcance de quien se atreve a desconectar del circo y refugiarse, para desde ahí proyectarse con más fuerza si cabe en su propio ser para, desde ahí, gritar con más integridad y convencimiento. No se trata de aislarse del mundo, antes al contrario, de vivir en él sin sucumbir a la toxicidad que nos intentan inocular. Es la paz de quienes no necesitan validar su existencia con el aplauso de la masa, de los que no secundan o se sienten vinculados por un impuesto marco emocional o político, o mediatizados por unos bien orquestados mantras progres, sino que encuentran en el silencio la verdadera fuerza … la mejor respuesta.
Suave pero indomable el sosiego brilla con una luz propia. Que nadie se confunda; que nadie entienda tu silencio por indiferencia; que nadie abuse de tu aparente fragilidad … A veces, así lo dicen los guerreros, la mejor respuesta consiste en saber adaptarse al medio, saber utilizarlo.
Juan A. Pellicer
Sursum Corda (Arriba los corazones)
…. Que difícil es ser una «voz en el desierto»…. A veces, desolador… pero siempre deja la sensación del deber cumplido para con la sociedad….
Así es como dices Juan, a veces la sensación de soledad parece ocupar todos los espacios, (los externos y los internos), pero de alguna manera hemos de ser animosos y optimistas en nuestras propias esperanzas.
Un abrazo junto a mi agradecimiento por hacerte eco de estas letras.