En esta perversa senda ideológica que nos están imponiendo los de siempre, es tan urgente como necesario que lucha por la democracia y la libertad se conviertan en el estandarte de la dignidad humana; es fundamental alzar la voz contra cualquier forma de opresión. En este contexto, la creciente dictadura del sistema impuesta por una parte de la desvergonzada casta gobernante, se revela como una afrenta a los principios más básicos de justicia y equidad. Una desvergüenza que, como sociedad, nos humilla y denigra en lo más importante a lo que como tales ciudadanos tenemos derecho. Tal afrenta y ataque se presenta en múltiples formas, desde la imposición autoritaria de regímenes políticos absolutamente sectarios y fanatizados por el «mesiánico» e incuestionado líder, hasta la sutil manipulación de las instituciones a través de perversas actuaciones para mantener un férreo control sobre la sociedad y su capacidad de acción o decisión.
La dictadura del sistema se nutre de la corrupción política, ese cáncer que corroe los cimientos de cualquier estado de derecho, la cual no solo desvía recursos públicos en beneficio de unos pocos, que para sí y los suyos y solo los suyos se la procuran, sino que también mina la confianza de los ciudadanos en la estructura del estado, porque cuando quienes tienen el deber de servir al pueblo porque para ello han sido elegidos, se corrompen, se traiciona la confianza depositada en ellos y se socava la legitimidad del sistema.
Es necesario comprender que la corrupción política no es una simple y aislada cuestión administrativa, sino una amenaza existencial para la democracia misma. Destruye los pilares de la justicia, perpetúa la desigualdad y debilita la cohesión social, además de enfrentar y dividir a la ciudadanía por los intencionados desequilibrios que producen. En un estado afectado por la corrupción, las leyes se aplican de manera selectiva y arbitraria, los derechos se ven vulnerados y el progreso se ve obstaculizado por intereses tan ocultos como mezquinos propios de miserables sin escrúpulos diseñados al más puro estilo de clanes mafiosos.
Por tanto, la lucha contra la corrupción política debe ser una prioridad ineludible para cualquier sociedad que aspire a la paz, la justicia y la igualdad. No podemos permitirnos transigir con la corrupción, ni tolerarla como un mal necesario. Es preciso erradicarla de raíz, fortaleciendo las instituciones, promoviendo la transparencia y exigiendo la rendición de cuentas. Y esta crucial lucha es responsabilidad de todos, también de los profesionales, porque como dice el poeta y escritor Javier Sicilia «Si no tenemos policías, jueces, abogados, fiscales honestos valerosos y eficientes; si se rinden al crimen y a la corrupción, están condenando al país a la ignominia más desesperante y atroz»
Sin embargo, esta batalla no puede librarse únicamente desde las instituciones. También es responsabilidad de cada ciudadano. Alzar la voz contra la corrupción, denunciarla y demandar cada día con más fuerza la presencia de la justicia, esa que en su estética se presenta ciega. La participación activa de la sociedad civil en este objetivo de justa defensa es crucial para que aquellos que buscan enriquecerse a expensas del bien común tengan claro a qué se enfrentan. A toda una sociedad unida y por encima de ideologías, determinada a impedirlo.
Asimismo, no podemos ser indiferentes ante cualquier intento de menoscabar la estructura de las instituciones del estado imponiendo la dictadura del sistema, ya sea a través de la manipulación de la información, la represión de la disidencia en cualquiera de sus formas o el debilitamiento de las instituciones democráticas porque la defensa de la democracia implica no solo rechazar y denunciar abiertamente cualquier forma de autoritarismo, sino además trabajar incansablemente por fortalecer los mecanismos de participación ciudadana y garantizar la plena vigencia de los derechos humanos amparados y recogidos por nuestra ley de Leyes.
Debemos tener claro que la dictadura del sistema, esa que nos están imponiendo «tacita a tacita» y la corrupción política, son dos caras de la misma moneda, dos amenazas que tenemos que enfrentar con determinación y valentía y desde la unidad porque solo a través de ella y junto con la acción colectiva podemos construir una sociedad más justa, libre y democrática. No podemos ni debemos permitirnos el lujo de ser indiferentes, porque el precio de la inacción es la pérdida de nuestra dignidad y nuestra libertad como ciudadanos. Ejemplos de ello desgraciadamente encontramos muchos a poco que nos interesemos en querer saber.
Sepamos, conozcamos y actuemos contra los miserables dictadores, los de aquí y los de allá. Estos estúpidos y parásitos malnacidos que tanto daño nos hacen.
Juan A. Pellicer
LO MIO ES MIO, «OJITO CON ESO»…
Esta vergüenza de Gobierno que ni ha sabido nunca, ni le ha interesado nunca, a quién se debe y por quién debería luchar, olvida siempre a lo largo de la historia, esa que se han creado estos social-comunistas para beneficio propio, la relevancia del derecho privado, derecho natural desde los principios naturales, como el respirar y la educación de cualquier indio de una tribu, olvidándose de que esa obligación corresponde a toda la tribu, ha hecho siempre y sigue haciendo, entrar en la mentira más perniciosa en el egoísmo maldito de esos traidores por dinero y asesinos por intereses de comunidades ya desde siempre en contra de todo aquel que se negara a tragar con leyes negadas por natura, a la natura misma.
Olvidan que la republica nace de la jurisprudencia y del derecho, pero olvidan la prudencia y la equidad que es lo que debe dar valor a la comunidad.
Sin modelo de un organigrama democrático se pierden los valores sociales de una comunidad, dejando en las manos de incultos la convivencia de todos.
Política y justicia en la Grecia antigua era el equilibrio y reparto de cargas de toda índole, trabajo, impuestos y beneficios para todos, no para unos pocos, eso si hubiera sido el desastre que fue en siglos posteriores.
Dividir poderes extrayendo responsabilidades y repartiéndolas entre todos, era ya de inicio riqueza prometida, la celebre definición de Aristóteles a Simonedes “a cada cual lo suyo”. no solo era ético sino justo, tanto en premios como en castigos,
Dividir poderes en varias instituciones como el senado, generando leyes para todo un imperio, no olvidando que en la republica se nombraban funcionarios elegidos por el pueblo en sufragio, no a dedo como se está haciendo en estos países destructores de una unión y destruyendo países tan solo con el célebre fin de “Dividi Vinci” solo para su propio beneficio, ilegal y criminal acto, acabando estos actores públicos en patíbulos, cadalsos o en tiempos de la Roma y Grecia antiguas, también en la horca.
Política en griego significa “asuntos de las ciudades”, NO interés propio para propio enriquecimiento.
La autoridad política debe centrarse en el respeto a la ley, no crear leyes para ser respetados los criterios propios de propios intereses.
La democracia se basa en dejar participar a los ciudadanos en perjuicios y beneficios de todos, la no participación del derecho de hacerlo es conducir a LA ESCLAVITUD, ya abolida en el siglo XIX.
Por tanto tarde o temprano a los cerdos en política les llega su San Martin, pase el tiempo que pase.
Grecia y Roma antiguas sabían mucho de esto, no lo olviden nunca la forma de equilibrar las cargas, pues mal usadas, harán al fin y a la postre a que la historia que pretenden algunos cambiar, se vuelva en su contra, y en su contra se volverá.
NO LO OLVIDEN ALGUNOS, esos de “LO MIO ES MIO Y LO TUYO DE LOS DOS”, para después quitarse de en medio pareciendo un accidente al “dos” como a perro sarnoso para seguir en la poltrona,
Chema Muñoz©