Santuario de las Musas©

por | Jun 24, 2025 | 0 Comentarios

No todas las obras se crean para ser vistas. Algunas nacen para quedarse en casa. Para ocupar su sitio en silencio, sin exhibirse. Para custodiar un espacio, no como adorno, sino como presencia.

Santuario de las Musas no nace para una galería, ni para figurar en una colección. Lo ha sido creada para un rincón muy concreto, casi secreto, mágico. Un lugar donde todo tiene sentido, aunque nada se explique. Un lugar que —quizá— tomó su nombre de la obra. O tal vez fue la obra quien lo heredó de ese espacio consagrado. Poco importa ya. Se eligieron mutuamente.

En este trabajo hay más de lo que se ve. El viejo sillón orejero de color verde, testigo de tantos silencios y desvelos. Las estanterías rebosantes de libros, que no solo han sido leídos, sino vividos. El gran ventanal acristalado, por donde entra una luz serena, dorada, que no hiere ni deslumbra, transformándolo todo. También y como no podía ser de otra manera, la bandera, recogida, con su mástil firme, como símbolo de fidelidades profundas que no necesitan palabras.

Y, en el centro, la mesa. No cualquier mesa. Una superficie sagrada donde se alzan las batallas de la creación, donde se traza el mapa invisible de lo que uno siente, piensa o aún no comprende, y reposando sobre ella una pluma, una flor blanca —quizá ofrecida, quizá caída— y una hoja que aún espera. Porque siempre está esperando.

Las figuras etéreas que surcan las paredes no son fantasmas, son musas. No aterrorizan, susurran porque no vienen del más allá, sino de dentro. Se dejan ver apenas, como ideas que aún no han sido dichas. Las paredes verdes las acogen sin resistencias, como si supieran que su visita es valiosa y breve.

He creado esta obra para mí, pero no solo para mí. La he creado para que habite el corazón de un espacio que me define. Un lugar donde escribo, donde dudo, donde lucho, donde renuncio y donde vuelvo a empezar.

Y en su esquina, la frase que resume todo: «En el instante de la vida, en el momento de la creación, el hombre se abandona inventándose en su pequeña eternidad.»

Eso es lo que ocurre aquí. Y eso es lo que ahora preside este santuario.

El resto, que lo diga el que mire. O el que sienta.

Juan A. Pellicer

Sursum Corda (Arriba los corazones)

 

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