“Non nobis solum nati sumus.”
“No nacemos solo para nosotros mismos.”
(Cicerón)
La semana pasada y como todos los viernes, compartí un poema titulado “Soy por otros”. No imaginé que provocaría una respuesta tan intensa, tantos mensajes, tantas lecturas detenidas. Me ha sorprendido, lo reconozco. Y también me ha interpelado. Porque cuando un texto toca algo en quienes lo reciben, uno no puede limitarse a celebrarlo. Tiene, quizá, la obligación de detenerse, de ir más allá, de ofrecer otra vía desde la cual volver a sentirlo. Este artículo, va de eso, intentar ser esa otra vía.
No escribo para gustar, ni para complacer. Escribo porque algo dentro de mí y de alguna manera, me lo exige. Y cuando esa exigencia encuentra eco en otros, se convierte en un diálogo que merece ser prolongado. No pretendo explicar el poema, porque la poesía no se explica. Mala y preocupante señal sería si hubiera de hacerlo. Lo que busco aquí es ampliarlo en otro registro, más narrativo, más reflexivo, más cercano tal vez a quienes no frecuentan el verso, pero sí están dispuestos a habitar el pensamiento cuando nace desde la verdad.
Soy por otros surgió desde una certeza interior que venía madurando desde hace tiempo. La de que no soy solo yo. Que el yo, tal como suele presentarse en nuestra cultura, es una construcción limitada, e incluso falsa. Que no nos inventamos solos. Que somos consecuencia. Que somos barro y fuego transmitido. Herencia, memoria, vínculo y promesa. Somos también errores ajenos, silencios que otros no rompieron, afectos de quienes nos legaron sin siquiera proponérselo.
Desde esa conciencia escribí el poema. Y desde esa misma conciencia nace este artículo. Porque la identidad no se resume en una biografía, ni en un nombre propio. Se revela cuando entendemos que cada decisión, cada gesto, cada fidelidad, viene de más lejos. Que hay otros en nosotros, incluso aunque no los recordemos. Esa es, tal vez, la lección más difícil de asumir en una época donde se rinde culto al ego como si fuera un dios.
Escribir, entonces, ya no es solo un acto individual, sino una forma de responder a quienes nos precedieron, a quienes nos esperan, a quienes hoy nos leen con hambre de sentido. Y esa respuesta puede tomar muchas formas, pero siempre nace del mismo lugar, la necesidad de nombrar lo compartido.
Soy por otros es también una afirmación ética. Es decir, sé de dónde vengo. Sé que sin otros no sería. Sé que la libertad que defiendo no ignora sus raíces, ni desprecia la deuda afectiva que me sostiene. Y si la literatura tiene algún valor, este no puede ser otro que el de unir todo eso en una voz que, sin dejar de ser íntima, resuene en los demás.
Quizá por eso sigo escribiendo. No por tener respuestas ni por creerme capaz de ofrecer caminos, sino por seguir escuchando esa voz interior que, de vez en cuando, me recuerda lo que para mí importa. Para confesar, sin artificio, que lo vivido no se agota en la experiencia, sino que pide ser compartido, aunque finalmente no se comparta, y aunque se haga, no sea aceptado, en forma de palabra, de memoria, de gesto. Para decir, sin solemnidad, que aún vale la pena ser por otros.
Juan A. Pellicer
Sursum Corda (Arriba los corazones)
0 comentarios