«Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es.» (Jorge Luis Borges)
La «veneración al origen» es un concepto profundo y multifacético que nos invita, desde un marco amplio, a la reflexión, la cual contribuye definitivamente a darle sentido a nuestra vida, no sólo en el plano físico y más cercano en el tiempo (el reconocimiento y homenaje a una madre podría ser un buen ejemplo), sino también en el ancestral, ya que de una u otra manera somos parte -¿insignificante?- del pasado más alejado de nosotros, (orígenes de la Civilización).
Este sentimiento de respeto y admiración hacia nuestras raíces -hacia lo que somos- se manifiesta y más en los tiempos actuales de masificación, alienación y despersonalización, desde distintos ámbitos: social, cultural, religioso, y por supuesto político, vía esta por la que se expande todo, no quedando nuestra identidad personal al margen o protegida del marasmo teledirigido de confusión existente. En estos tiempos de ira, cólera y enfrentamiento que nos ha tocado vivir donde los cambios son constantes, la veneración al origen se convierte en un imaginario y preciado baluarte que nos proporciona estabilidad vital y emocional porque refuerza nuestro sentido de identidad, acaso como decía Pizarnik porque «nada más intenso que el terror de perder la identidad»
Con el trascurrir de los siglos, las sociedades -todas- han ido mostrando un profundo respeto por sus antepasados: ritos, tradiciones, costumbres, mitos, leyendas … todo ello no solo ha sido y continúa siendo una forma de preservar la historia manteniendo viva su identidad cultural y por ende la nuestra propia, sino que además nos convierte en depositarios del legado de sabiduría de ellas.
En el ámbito más próximo -el íntimo, el personal-, la veneración al origen tiene una componente de búsqueda desde la interrogante en relación a nuestras propias esencias. Conocer la historia familiar, los logros y sacrificios de nuestros antepasados, sus contextos sociales y políticos, nos ofrece una perspectiva más profunda y consecuentemente rica de quiénes somos, más aún, incluso me atrevería a decir del por qué somos. Este conocimiento puede infundir en muchos casos un sentido de orgullo y pertenencia, convirtiéndose en no pocas ocasiones en una auténtica fuente de inspiración e íntimo reforzamiento. En otros puede significar todo lo contrario. En cualquiera de ellos, en tiempos de incertidumbre y necesidad de respuestas, volver la mirada hacia el pasado con aptitud de aprendizaje puede proporcionarnos herramientas y fortaleza necesarias para enfrentar los desafíos presentes.
También en el ámbito de la mística y las creencias, de la fe y lo religioso, la veneración al origen se manifiesta en la devoción a los fundadores y sus figuras sagradas. Las grandes religiones del mundo: cristianismo, islam, hinduismo, budismo, sijismo, judaísmo … veneran a sus profetas, santos y figuras emblemáticas, reconociéndolos como pilares fundamentales que moldean la fe y la práctica religiosa. Estos actos de veneración no solo reafirman la fe de los individuos, sino que además consolidan la comunidad religiosa, creando por tanto un sentido de unidad y continuidad que, para bien o para mal, condicionan los designios de los pueblos.
Se puede inferir por todo lo expuesto que la veneración al origen es un acto de reconocimiento y respeto hacia las fuerzas y figuras que nos han precedido, siendo dicho reconocimiento no solo un homenaje al pasado, sino también una afirmación del presente y por supuesto una muy válida guía para el futuro ya que «Un pueblo sin el conocimiento de su historia pasada, origen y cultura es como un árbol sin raíces»
Desde la veneración al origen, no tengo duda, podemos ayudarnos en tiempos inciertos y de crisis, proporcionándonos la lucidez y motivación necesarias para continuar avanzando en nuestra particular senda, recordándonos quiénes somos, de dónde venimos y lo que quizá sea más importante, hacia donde y por qué nos intentan dirigir.
Juan A. Pellicer
Sursum Corda (arriba los corazones)
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